jueves, 1 de diciembre de 2011

Ultima puerta del principe para Diego "Valor"


El maestro Diego Puerta ha cruzado por última vez la Puerta del Príncipe a hombros de algunos toreros que han querido acompañar al torero en su despedida. Entre gritos de "Torero", el féretro del torero del barrio San Bernardo ha recorrido el dorado albero maestrante para dar esa vuelta al ruedo simbólica con la que Sevilla ha despedido a uno de los grandes.

Toreros como Tomás Campuzano, Antonio Rubio Macandro, Esaú Fernández, El Almendro, el banderillero José Rodríguez El Pío, o el novillero Fernando del Toro, portaban el féretro del maestro Puerta en su última salida por la Puerta del Príncipe.

Antes, a las 11:30 horas sus restos mortales abandonaban el Salón del Apeadero delAyuntamiento de Sevilla donde en la tarde de ayer había quedado instalada la capilla ardiente. En torno a las 10 de la mañana había acudido Paco Camino, tantas veces compañero de cartel del Diego "Valor", ha rendir su homenaje particular a tan admirado compañero.

Ayer le había tocado el turno a Santiago Martín El Viti, que no pudo contener las lágrimas al visitar la capilla ardiente. Puerta, Camino y El Viti, cartel tantas veces repetido allá por la década de los 60 y que tantas tardes de gloria regaló a la historia de la Tauromaquia.

Camino, junto a sus hijos Rafi y Francisco, El Viti, Miguel Báez Litri, padre e hijo,Juan Antonio Ruiz Espartaco, Emilio Muñoz, Manuel Jesús El Cid, Tomás Campuzano, José Borrero, banderilleros como Alfonso Ordóñez y Andrés Luque Gago, picadores como Chocolate y Lolo de Camas, ganaderos como Luis Algarra, personalidades como el Alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, y el líder del PP de Andalucía, Javier Arenas, además de cantidad de sevillanos anónimos, aficionados en general, han desfilado por la capilla ardiente del maestro Puerta para dar su último adiós.

A las 12:00 h. se celebraba la misa funeral córpore insepulto en la Parroquia de San Bernardo, allí reside la hermandad del mismo nombre a la Diego Puerta pertenecía como cofrade. Curro Romero, Manuel Benítez El Cordobés, Pepe Luis Vázquez, Andrés Vázquez, Manuel Ruiz Manili, Martín Pareja Obregón, Salvador Cortés, Alfonso Oliva Soto, Emilio Silvera, entre otros, se han sumado, junto a muchos de los ya citados, al oficio religioso por el eterno descanso del finado.

El mundo ganadero ha estado representado por Borja Domecq, Álvaro Domecq, Cayetano Muñoz, Gabriel Rojas, Javier Molina, Jaime Guardiola o Álvaro Martínez Conradi, entre otros. Era imposible contabilizar a la cantidad de integrantes de la familia taurina que han querido rendir homenaje a una figura trascendental en la historia del toreo.

Especialmente emotiva era la llagada de la comitiva fúnebre a la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el Fical de la Real Corporación, Santiago León, recibía a la familia y los restos mortales del diestro sevillano era portado a hombros por los toreros allí presentes para entrar a dar esa vuelta al ruedo simbólica y posterior salida por la Puerta del Príncipe.

Sonaban gritos de ¡Torero Torero!, "de este torero salía una docena de los de ahora" afirmaba un emocionado aficionado. "¿Dónde están los del G-10?" se preguntaban algunos extrañando y lamentando grandes ausencias.

Sevilla ha despedido a uno de los grandes, un torero de valor descomunal cuyo nombre quedará para siempre escrito con letras de oro en el libro de la historia taurina universal. Descanse en Paz.


Tomado de www.burladero.com

miércoles, 19 de octubre de 2011

La Perfección


La perfección excluye la autenticidad. Algo que es perfecto se aleja del sentimiento, de la pasión, de la espontaneidad, de la improvisación. Es a partir de estas últimas en donde se encuentra el arte. Puede que no sea perfecto técnicamente pero por el contrario, se alcanzará un grado cercano a la perfección artística. La perfección técnica es fría y paciente. La perfección artística es fugaz e inalcanzable. No es permanente. No es continua. No se prolonga en el tiempo. Goza de fragilidad. Cuando alguien siente que algo le trasmite se produce una reacción pasajera sobre el receptor. Es entonces cuando se percibe que algo está a punto de alcanzar la perfección. No obstante, ésta es inalcanzable; es imposible ser perfecto porque no se puede acaparar la perfección en todos sus términos. La perfección es como un río con muchos afluentes. No se puede navegar por todos ellos. No se puede abarcar la totalidad de las ramificaciones del río. Lo que el artista busca es explorar cada uno de ellos por separado para finalmente situarse en aquel que más fuerza lleva, el más caudaloso, y desembocar en el mar. Una vez que llega al mar se da cuenta de que aún no ha alcanzado ni la cuarta parte de lo que pensaba. La grandiosidad del mar o del cielo nos demuestra que no somos nada importante para la naturaleza. Una ráfaga de aire más fuerte de lo normal o una ola de mayor envergadura puede hacernos desaparecer en un segundo. No por este motivo hay que dejar de tener ambición. Ningún torero logra la faena soñada, puede que se acerque pero al día siguiente le quedará una sensación de vacío y emprenderá la búsqueda de la faena que se acerque un poco más. Ningún músico ha logrado la melodía perfecta. Ningún pintor realizó el cuadro de su vida. Se trata de un continuo reciclaje. Una evolución que subsiste gracias al carácter eminente e inconformista del artista. El veneno del arte se toma a sorbitos cada día y en el horizonte se divisa el oasis al que quieres llegar pero que jamás alcanzarás. Vuelves al punto de partida una y otra vez. Crees que ya eres feliz por llegar a donde estás hoy pero mañana estás perdido y la insatisfacción te hace resurgir y volver a caminar hacia delante. Llega un momento en el que ya no buscas nada. Ni la perfección, ni la gratificación, ni el reconocimiento. Buscas algo que está en tu cabeza pero que físicamente no se plasma. Un mínimo parecido a lo que pensabas te obliga a seguir ahondando. Hay que ser honesto y humilde para reconocer que nunca se puede alcanzar la perfección así como perseverante y valiente para seguir buscándola y no rendirse jamás.

Alvaro Gil

martes, 4 de octubre de 2011

JOSE MIGUEL ARROYO "JOSELITO"


La concordia y el sustento. La raíz y el pensamiento. La vanguardia en sus adentros. La expresión del frío anhelo. Lo fugaz, amor eterno. Pende sobre un halo de orfandad. Sobre un cabo en la tormenta. Bajo olas y corrientes emerge de las profundidades y se encuentra con el aire. Desafía al ego, evoca coherencia, resume impaciencia, derrocha virtud. Fiel a su discurso, planta su silueta, firme fortaleza, plana su muleta, desfigurada tela. Erguido, desata al duende rodilla en tierra, capote azul, herida abierta. La verdad y la pureza, el hambre y la necesidad. La evolución, la variedad, la inquietud, el azar. Despierta la aurora que despide a la madrugada, se encuentra a un torero que apaga la llama de una vela que llora sobre una mesa de estaca. Son gotas saladas, es mirra, alcaparra, es verde cinabrio, es fina calada. Lluvia en la catarata, sangre sobre la tartana, culpa de la presagiada inocencia quebrada. Es el poder que aplaca, es sentida tauromaquia, es el poso en la distancia, es la suerte cuando acampa a la vera de su estampa, bajo un ole pasajero de una plaza en la garganta. Espontánea su llamada, meditada su coartada, es pasión y elegancia. Es el arte que espatarra, es de pecho hasta las trancas, es quietud que no descansa cuando afina esa llama que calcina sobre el ruedo una faena soñada. Es certera su estocada, es sincera su calaña, es humilde su fachada, su presente es una daga que atraviesa su ilusión. Rey de su tauromaquia, príncipe de su verdad, noble con sin piel de cordero, lobo que hambriento y fiero se ganó su libertad.

Alvaro Gil

domingo, 4 de septiembre de 2011

A Andrés de Padua.‏


Entre las montañas más altas de la cordillera andina venezolana, que sobrepasan las nubes, donde duermen los ángeles, que a veces se dan un paseo para cantarle por bulerías a las mujeres que con su andar perfuman las calles mortales. Entre las frías montañas adornadas con fina escarcha que refleja el sol sobre la hierba verde de frailejón, todavía resuena el eco de los olés viejos, que vienen y van, de la monumental a las nubes. Un eco que viene aflojándose entre las voces que se hacen viejas, que pierden fuerza con el tiempo, que se hacen más lejanos y fortuitos.

Pero con la fría brisa de la media noche llega un sonido que despierta la curiosidad de los duendes, que se hace fuerte entre las calles empedradas, que va de boca en boca, que sube hasta el pico tan rápido como el más violento calosfrío. Que nada entre las truchas brillantes río arriba en contra de la más fuerte corriente prohibicionista, que llega hasta los oídos del cóndor celoso de sus montañas. Porque hay un olé desconocido, uno nuevo, uno que llena, inspira, y que no viene de la monumental, viene de las calles que piden a gritos la muñeca de seda de los andes taurinos, un capote que por fin se ate al corazón merideño, que late a mil por hora cada vez que le pasa el toro cerca.

Esa muñeca ya tiene dueño, ese capote ya tiene nombre, con corazón fuerte como un frontino, que se pasea por el páramo bravo, que le camina a los toros al son del más sublime pasodoble que entonan los ángeles al observar tan delicado natural que lleva al toro hasta donde no se puede más. Una media verónica que se queda en media porque es su nombre, porque ahoga hasta los pulmones más fuertes que se quedan a medio olé. Hay fiesta en los andes, hay fiesta en los cielos, porque tenemos un torero.



Luis Javier Medina.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Realidad

Las afueras de la plaza de toros no son más que la sala de espera, el recibidor de aficionados que atienden al llamado del toro para hacerse cita y hablar de tardes anteriores y próximas, tardes históricas, toreros de ayer, hoy y mañana. Pero en nuestro país ocurre un fenómeno que parece se hace más popular con el pasar del tiempo, en las bocas de la afición la palabra más repetida entre las frases más taurinas es “Crisis”.


Para nadie es un secreto que la fiesta en Venezuela pende del hilo más delgado de toda su historia. Los tendidos vacíos acusan el estado crítico que vivimos y el pensamiento animalista, en creciente, se apodera de las mentes más jóvenes. El toro mal presentado en los pocos festejos que se dan y el mal oficio de los profesionales derivado de lo anteriormente mencionado nos lleva a un espectáculo cada vez más decadente, de la más pobre categoría. Mientras una afición afligida, desnutrida, clama por una nueva generación de mentes y manos de seda que refresque el panorama y que de un nuevo empujón a la carretilla que desde hace años viene en constante frenado.


Nuevos tiempos que hagan rebobinar los recuerdos de los más viejos, y que hagan sentir que la fiesta todavía tiene una oportunidad más. Una nueva oleada de toreros nacionales que cubran la necesidad de traer toreros extranjeros que cada día cobran más en su moneda extranjera que cada vez nos cuesta más. Una figura que ponga de moda de nuevo ir a la plaza de toros, y una muñeca que teja de nuevo el hilo grueso del que gozaba nuestra fiesta veinte años atrás.


Aunque todo lo anterior parece una fantasía, hoy en día hay novilleros trabajando fuertemente para tomar la batuta que han dejado empobrecida los toreros de hoy, hay sueños en los corazones con ganas de triunfo, y también hay una afición que espera, que a pesar de que no se hace notar en los tendidos, está ahí, esperando por el renacimiento de la fiesta de todos, nuestra fiesta.


Luis Javier Medina

sábado, 27 de agosto de 2011

El problema del toreo.‏

El problema del toreo es que no hay un ganador y un perdedor, exceptuando aquellas viejas rivalidades que arrastraban adeptos a cada bando. El problema del toreo es que no hay un marcador, a pesar de que algunos portales taurinos se empeñan en dar títulos como: “El Cid 2 – 0 Morante”, para darle el toque deportivo que hace falta. El problema del toreo es que a pesar de que se den las orejas, los números no importan, lo que vale es lo que se ve en la plaza, en esos siete sublimes minutos que se hacen horas en la retina del espectador, pero el problema del toreo, es que a la plaza no le caben más de 20 mil personas, y si fueran más, el numero 20 mil y uno, no verá como se debe.

El inconveniente del toreo es que no se siente lo mismo delante de un televisor, por mas alta definición que sea, que sentado en el tendido. El inconveniente del toreo es que si te lo cuentan no te lo imaginas. El inconveniente del toreo es que no es tan sencillo como una competencia a goles o a carreras. El inconveniente del toreo es que se debe saber que en la plaza se va a ver más que un circo, que una batalla, que un pique entre dos bandos, que un balón rodando, un toro corriendo, o un hombre arriesgando. Pero lo encantador, envolvente, mágico, sagrado del toreo, es que aunque alguien no sepa de toros, sabrá reconocer lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, y es lo misterioso del toreo, que hace vibrar la emoción de hasta el más desconocedor.

El problema del toreo es que algunos quieren ser cronistas y no son más que relatadores de acontecimientos, creen que trabajan para un periódico de sucesos. Cuando en el toreo todo se mueve por sentimiento y emoción, escriben una mal llamada crónica informando de lo sucedido; y es esto, precisamente lo que hace que al toreo le haga falta todo lo anteriormente mencionado. El problema del toreo es que algunos mal informadores no saben exactamente lo que es el toreo. El problema del que les escribe es que por esta vez, solo esta, les hablo de problemas. Pero espero encontrarme una vez más con las teclas, para compartirles lo bello que es el toreo. Gracias.


Luis Javier Medina


Un reconocido portal virtual define la afición como “actividad cuyo valor reside en el entretenimiento de aquel que lo ejecuta, que algunas veces no busca una finalidad productiva concreta y se realiza en forma habitual.” Más allá de esa definición se le pudiera agregar que radica en el gusto, la pasión, la atracción que se siente por alguna actividad, espectáculo, deporte o arte.


La afición no se inventa, no se crea, la afición nace con uno, es como la sensación de mariposas cuando se tiene la primera cita amorosa en la adolescencia, como la sensación al degustar un plato o bebida que nos deleite, como el éxtasis que produce la música bien instrumentada.

La Fiesta Brava no escapa a esa pasión, que más que humana sería sobrehumana, pues sobrepasa hasta los mismos límites impuestos por uno mismo, se desborda cual caudal crecido, cual copa de cristal repleta de un buen vino. Así podría ver la pasión por los toros.

Cuando se está en el momento en el que no se va a una corrida de toros, sino que por el contrario, lo llevan, que es en la etapa de la niñez y primeros años de la adolescencia, es el período en el que empieza a germinar la semilla táurica sembrada dentro de nuestro ser desde el mismo momento del advenimiento a este mundo terrenal, y que cual planta, va creciendo lentamente hasta que se convierte en un árbol frondoso repleto de abundantes frutos que serán consumidos y aprovechados por las generaciones venideras, continuando así con el ciclo de la vida.


Con el transcurrir del tiempo, cada uno de los toros vistos, cada uno de los lances observados, cada uno de los aplausos brindados, cada uno de los pañuelos ondeados, se convierten en el abono necesario para hacer crecer esa pequeña semilla que nace y vive con uno hasta el ocaso de la existencia. Es una pasión de nunca acabar, una pasión que hasta en la vejez se vive, pues quedan en la memoria históricas faenas que marcan lo vivido. Se vienen a mi mente las palabras mencionadas por el matador de toros mexicano Manolo Arruza, en conversación con este servidor en fecha 20 de Julio de 2009, en referencia a los aplausos brindados por la afición merideña: “Esos son los premios que uno se lleva hasta la eternidad… ni orejas, ni rabos, esculturas al museo, lo mismo que los capotes y muletas, y después, en el silencio, se encuentra el hombre y el torero, el silencio y el eco del aplauso, ese es para mí, muy humildemente, dentro de mi apreciación, la verdad del toreo al que la vida le ha indultado.”


Personalmente, en mi corta trayectoria táurica, en cuanto a tiempo se refiere, puedo decir que he sentido el nacimiento de esa sensación que cada día late con más fuerza y se va enraizando en cada parte de mis fibras, cubriendo de seda y oro mi corazón y convirtiendo mi mente en un ruedo imaginario, donde a diario saltan al ruedo los matadores que he visto en faenas inolvidables ante toros de ensueño. Fue la tarde del 25 de Febrero de 1995, primera corrida de toros a la que asistí, lidiándose reses de Los Ramírez, y actuando esa tarde los matadores Nelson Segura, Marco Antonio Girón, Oscar Higares y Javier Vázquez, donde recibí mi alternativa como aficionado y empezó esta pasión que crece cada día más.


Ser aficionado no implica asistir a una corrida de toros, a varias corridas de toros de manera dispersa, no implica conocer el nombre de los toreros o saber cuál es el que más ha asistido a una feria. Un verdadero aficionado ha superado totalmente la etapa de espectador, es el que a diario revisa las páginas taurinas de la red, el que ha leído literatura taurina, el que se ha documentado sobre la fiesta brava, el que para poder opinar sobre la mejor corrida de una feria va a todas; un aficionado vive el toreo, siente al toro, se conoce su mundo, se levanta leyendo y se acuesta comentando, vive el día a día el espectáculo más bello del mundo.


En el mundo del toro existen rituales, sagrados rituales. Desde el punto de vista del matador, el día de una corrida inicia con la llegada a la plaza en la mañana para conocer el encierro, reunirse con su apoderado y ayudantes y con los otros matadores para el sorteo de las reses, continua con un corto tiempo de descanso, concentración y meditación, para llegar a uno de los momentos más solemnes de la vida del torero, como lo es vestirse de luces, amarrarse los machos de la taleguilla. He vivido ese momento y créanme que es algo que te lleva a otro mundo, pocas cosas en el mundo hay que enmarquen tanta ceremonia como lo es el ataviarse el terno.


Continúa su día con la llegada a la plaza de toros y su entrada directa al recinto sacro que es la Capilla, a elevar esa plegaria al cielo, al Señor del Gran Poder, al santo de su veneración, a la Virgen de su devoción, implorando la protección divina en la tarde que empieza.

Para el que se considera aficionado, el rito comienza desde la compra del abono de feria o de la entrada si es por venta detallada, el levantarse en la mañana y pensar qué ponerse de ropa en la tarde, el montarse en el carro o en cualquier otro medio para llegar a la plaza con su boleto en mano, ansiando ver la mejor tarde de toros de su vida, disfrutar de ese espectáculo y salir del coso embebido en regocijo.


A estas alturas de mi vida, contando con 25 años de edad, puedo decir, con toda seguridad, que mi vida tiene una gran parte marcada por la fiesta brava. Gracias a ella he conocido gente increíble, he encontrado amigos inimaginables, he entendido muchas cosas que antes eran desconocidas, o por lo menos, no totalmente comprendidas, pues este mundo es tan complejo, que su estudio nos llevaría a escribir un tratado de tauromaquia, y no es lo que pretendo hacer en este ensayo.


Mi sangre roja, como la sangre del toro, roja cual traje grana y oro, sangre que recorre mi cuerpo impregnándolo de esa pasión que me enorgullece vivir y sentir. Seguro estoy que por mis venas corre esa sangre, y por qué no, también corre sol y arena.


Francisco de Jongh