jueves, 25 de agosto de 2011

JOSE MARI MANZANARES

A la fuerza, fragilidad. A la potencia, cadencia. Vuelos de finas hierbas a un toro que esquiva un capote que perdura. Pinturería canastera de un mimbre entre varetas, de una lumbre en primavera, del manantial que abreva la corriente de un río de pulcritud torera. La escena, borrosa, casi desvanecida en un horizonte de sol, gracia y vida. Crece cual arbusto salvaje en un clima seco. A parte, lejos de la masa, en la otra orilla, de repente un ole arrecia como viento de levante. Un ole de una garganta que recuerda a Fernanda por soleá. Paladean cucarachas escondidas en la boca de riego la faena soñada de un torero que acompaña con el cuerpo, que trasmite al firmamento sus secuelas y tormentos con casta y toreo bueno. Con sonrisas, sin lamentos. Llorar, no se si de pena o de alegría. La armonía, esa que convence a todos sin excepción. El sentimiento, ese que no atiende a nadie más que a los gitanos. Lo primitivo. Con herramientas primarias como la madera o como una tela. El almíbar, eso que endulza la vida. Hay que pasar mucha sed para poder beber de esa fuente. Para asimilar ese cáliz que concede la vida eterna a quien lo bebe. Para alcanzar esa tierra prometida y esa suavidad en los toques, que vanguardia, que derroche, que espejismo en la noche. Que de luz tras el túnel hacia el paraíso del campo. Que de flores. Que colores. Que simbiosis entre toro y torero. Jose Mari Manzanares, educadamente le abre las puertas de su casa, para después conversar largo y tendido, sin prisa pero sin pausa, despacio que no lento, ligando palabras cual muletazos fueren, con absoluta certeza y colaboración, para después despedirlo con la misma autenticidad, hasta mañana “Arrojado”, ya nos vemos por el campo, allí recordaremos juntos las hazañas del pasado, esa tarde que fue espanto. A hombros, volandero, hasta el hotel, prisionero. Jose Mari Manzanares sobre el gran Bores Otero, sólo hay uno, no es roneo, es el arte de estar lejos y vivirlo por entero, es querer ser costalero, de un figura del toreo que es canela y es jazmín, que es sirena en abril, canto del alabardero, cite con mimo y fuego en las yemas de los dedos. Es enjundia por entero, albacea de mi recuerdo. Es la lluvia de pañuelos planeando en el albero. Enhorabuena torero.


ALVARO GIL

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